Alexia Putellas El Matador

 No mira. Sabe.

El balón descansa en sus pies como una flor en la mano de una bailaora.
Una brisa del sur cruza el campo,
llena de amagues, sol y peligro.

Alexia no baila por espectáculo.
Engaña.
No por estilo, sino para crear espacio para la belleza.
Un movimiento de hombros, una cadera, un paso que no es paso—
la defensora ya va por el camino equivocado
antes de darse cuenta.

Juega con la presión como el flamenco con el silencio.
Con precisión. Con fuego.
Y luego, cuando importa,
como una daga bajo la capa del torero,
llega el disparo.
Izquierda. Fuerte. Implacable.

El Matador, dicen en voz baja.
Porque hace que el público se levante,
y que las rivales se congelen.
Marca goles que resuenan durante días,
como un eco de La Furia Roja.

No es una delantera clásica,
pero sus cifras no se olvidan.
Es centrocampista, sí—
con instinto de depredadora.
Lee los espacios como un poeta lee los versos—
y pone el balón donde solo ella se atreve a mirar.

Y luego está esa otra fuerza.
No se ve en las estadísticas.
Pero se siente.
Una mirada, una palabra, un gesto.
Dirige como una directora de orquesta que también toca.
Siempre en el centro,
no porque deba,
sino porque todos saben:
cuando habla Alexia,
hasta el silencio escucha.

Se lesionó, sí.
Se perdió el gran momento.
Pero volvió—
con la misma clase,
y aún más fuego en la mirada.

El liderazgo no es un brazalete.
Es mantenerse firme cuando todo tiembla.
Es decir: “Seguimos,”
y saber que el equipo te seguirá.

Alexia Putellas.
Ella es la razón por la que el Barça juega con atrevimiento,
y España con fe.
El balón habla por ella.
Pero incluso sin él, sabes—
allí está la Matadora.



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